Domingos al sol. Copa del Mundo en Benidorm.
Antes de empezar a escribir esta entrada, tenía en mente hablar sobre el circuito de la Copa del Mundo de Benidorm, de lo que me gustó y de lo que no. Tenía en mente algo que otros tantos habían dicho ya. Tenía en mente las cientos de opiniones que había leído, y suscrito, en las RRSS y, además, después de vivir in situ el evento formé una opinión que por simple razón humana quise compartir. Esta vez no lo haré. Esta vez voy a contar cómo fue la experiencia de vivir como espectador una CdM. Me vais a permitir, eso si, que antes de nada y como último inciso sobre el circuito y su emplazamiento mencione el análisis exhaustivo y objetivo (basado en las normas de la UCI) de Jens Dekker, ex ciclista y experto en ciclocross.
Si las historias tienen que empezar por el principio, esta tiene que empezar por cuando planeé el viaje a Benidorm. El primer paso para disfrutar de la CdM era pagar la entrada. En primera instancia 15€ puede parecer un precio elevado si reducimos el pensamiento a que este evento es puro ocio. Pero, una vez pasado el día (y teniendo en cuenta que se ofrecieron descuentos en RRSS), el precio está más que justificado. Esos 15€ son el dinero mejor invertido del mes, sin duda. En la línea de los precios de entrada están la bebida y la comida a consumir en los puestos del circuito. Sin entrar en mucho detalle sobre los puntos de venta, los precios "populares" que se anunciaban se ajustaron a su definición. 8€ por una cerveza (75cl) y 5€ por unas patatas fritas "medianas" es lo mismo que se pagaría en otro tipo de evento de similar magnitud. Un servidor hizo acto de presencia en esos puestos, todo ello por redondear la experiencia del veldrijden, no por otra cosa.
La cola para entrar al circuito fue larga para quienes llegaron a primera hora y para quienes no tenían entrada y querían adquirirla en el momento. En cambio, sobre las 10 de la mañana y con la carrera juvenil masculina en disputa, no tuve que esperar nada para entrar y sentir el primer escalofrío del día. El segundo llegó con el primer paso por la arena de los corredores sub23. Uno es consciente del nivel competitivo que va a presenciar cuando se encuentra en el lugar de los hechos y eso fue lo que me pasó.
Con el paso de las horas, el ambiente iba mejorando. Al mismo tiempo que la temperatura alcanzaba los dos dígitos el circuito terminaba por llenarse. Cada rincón y cada metro de cinta que recorría el trazado estaba cubierto por una línea de espectadores, incluso dos o tres en las zonas más llamativas. Entre tanto y mientras recorría la zona en busca de un buen lugar para ver la carrera elite femenina, me encontré con Sven Nys y obviamente, sin vergüenza alguna, me saqué un selfie (adjunto prueba) con el mejor corredor de ciclocross, que hayan visto mis ojos al menos.
Con
tanta vuelta de aquí para allí, con las ganas de verlo todo y de buscar un
sitio ideal, me perdí gran parte de la carrera. Al no conseguir un buen sitio
donde estar durante 2 horas o más para no perderlo y ver las carreras de inicio
a fin, en el evento principal y con más afluencia, todo estaba ocupado. De la
experiencia se aprende y sin duda de esta lo haré.
Sé que había prometido no hablar sobre el circuito, pero no puedo evitar hacer alusión a la poca cantidad o al mal repartimiento de los pasos que había para los espectadores e incluso ciclistas (los y las junior tenía sus parkings muy alejados de la línea de salida) a lo largo de un trazado muy compactado en algunas zonas.
Dicho esto y para terminar, la nota que le daría a la experiencia completa sería de 9. Me lo pasé como un niño pequeño aunque no pudiese disfrutar de todas las carreras como si las viese en televisión. La respuesta del público fue impresionante y me gustó el respeto por los y las ciclistas durante todo el día. Esto no es Bélgica, tampoco se le parece. Allí se respira otro aura y la gente de allí y de aquí tampoco es igual. Pero eso no ha impedido que se demuestre el interés por el ciclocross y por mantener una carrera de esta categoría a lo largo del tiempo ya sea en Igorre, Benidorm, Pontevedra o donde uno se atreva a imaginar.
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